sábado, 26 de marzo de 2016

Testimonio de Eduardo Navascues, soldado conscripto sobreviviente del ataque al cuartel de La Tablada en el año 1989


“Fue como cruzar el infierno”
El 23 y 24 de enero de 1989, durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, fueron dos días de mucha confusión ¿Volvían los ataques a los cuarteles militares? Las imágenes que nos llegaban por tv eran del intento de ocupación de los cuarteles del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 en La Tablada (BA), por parte de miembros del Movimiento Todos por la Patria (MTP), dónde resultaron muertos 32 guerrilleros, 9 militares y 2 policías.
El MTP tenía su núcleo principal en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), siendo uno de sus líderes Enrique Gorriarán Merlo.
Recordando esa fecha y los hechos, nos comunicamos con Eduardo Navascues, residente en Mar del Plata, que estuvo en el cuartel para esas fechas, como soldado, cuando todavía existía el Servicio Militar obligatorio, y nos decía,…

Eduardo Navascues (de remera celeste)
 saluda a un camarada en un acto recor-
dando el ataque al cuartel.
(…) el 23 de enero de 1989 a las seis menos cuarto de la mañana estaba durmiendo, yo era colimba (soldado), y me desempeñaba como conductor de ambulancia, me quedaba un mes y pico para la baja y dormía en el fondo del cuartel.
A esa hora siento que rompen la puerta del edificio, disparos y gritos, yo estaba durmiendo, en calzoncillos pregunté “¿Quién está ahí?, me gritan que salga que salga, abro la puerta y veo un par de tipos y de mujeres con ropa de civil, algunos con pelo largo. Me gritan, me empujan, me pegan, me arrastran contra una pared, y me preguntan donde están las armas, y empiezan a tirar tiros, estaban armados con FAL, escopetas y pistolas.
El soldado muerto en la entrada, que se ve en las imágenes era mi amigo Tadeo Taddia, lo matan, como yo digo, por portación de escoba, estaba barriendo en la guardia, desarmado y lo acribillan.
Nosotros, cómo soldados, no estábamos preparados para ser prisioneros, te entrenaban en el cuartel para una guerra, pero lejos de esto.
Me preguntaban de los túneles, las armas y por los demás soldados, me hacen salir fuera del edifico, empiezo a correr, empiezan a tirar al lado tuyo ¡Me tiraban para correr! hasta ese momento estaba solo,… se veía gente tirando por todos lados, veías fogonazos y tiros de una lado y del otro.
Los patrulleros llegan porque un soldado escapa del puesto uno y va una estación de servicio y llama por teléfono a la policía.
En el cuartel, dónde estaba el comedor de tropa, estaban los guerrilleros y enfrente estaba el casino de oficiales con militares,…los tipos iban en hilera, yo en el medio, delante de mí venia una mujer y le pegan tres o cuatro tiros, no la matan pero se gira y se me cae encima, toda bañada en sangre, y tenía una escopeta.
Yo pongo las manos adelante, por impresión o asco no sé, el tipo que venía atrás habrá pensado que quería sacarle el arma y me pegaron con un fusil en la cabeza,…me dieron duro,…la mujer cae al piso, me la hacen cargar a mí, se meten en el casino de suboficiales, me hacen poner la mujer en un cama, me meten en una habitación solo, en el dormitorio de al lado había más rehenes, eran suboficiales, había unos cuantos de ellos caminando por un pasillo, pues había dormitorios de un lado y del otro, nos tenían controlados.
En una de esas traen a otro colimba, Héctor Cardozo, en la habitación no podíamos levantar la cabeza, porque el dormitorio daba la plaza de armas y enfrente estaba la policía y el ejército, veías como entraban los tiros y pegaban en la pared.
Volvió a entrar esta gente, a preguntar por los túneles, por las armas y yo digo siempre lo mismo, no soy muy creyente pero le juré por Dios y todos los santos que no sabía nada, yo era colimba, yo no sabía nada de lo que pasaba ahí.
Empiezan a llegar los tanques, no me asomaba ni miraba ¡Eran millones y millones de tiros! una mujer adentro gritaba “¡Acá no se rinde nadie!”.
Con Héctor Cardozo nos abrazamos, porque teníamos mucho miedo, yo lo conocí recién ahí, pues en el cuartel éramos como 2000 colimbas,…en un momento se calma, yo fumo y él también, compartimos el último pucho, en una de esas entra a vibrar el piso, eran los tanques que entraban por la plaza de armas, vibraba todo el edificio ¡Son monstruos! Y sabíamos que iban a tirar
Aparece el Cabo 1° Raúl Alberto García con un arma, que también estaba de rehén, pero no sé como zafó, dice que nos cubramos, Héctor se mete debajo de la cama y yo debajo de un placard y justo en la habitación que nosotros estábamos, entra un cañonazo, donde yo me lleno de esquirlas todo el lado derecho del cuerpo y Héctor Cardozo muere. Era el primer día el cambio de destino del Cabo, un tipazo, tarde 20 en volverlo a ver, fue tremendo.
El Cabo García me saca a la parte abaja del edificio, los policías y militares tiraban ¡Era horrible!, los guerrilleros estaban en la parte de arriba, el fuego del edificio era terrible, los caños del agua eran de plomo, se fundían, se caían y te quemaban.
En un momento me dice que me quedara ahí, que iba a salir y le tiraron de todos lados, él estaba de civil, se mete adentro. Después agitamos una bandera blanca para salir, y la gente de arriba seguía tirando,…la plaza de armas es muy grande sin un árbol, nada, y nos pusimos a correr como 200 metros hasta donde estaban los militares fue como cruzar el infierno, nos dicen que corramos con las manos en alto, el cabo me envolvió con una sábana por las heridas,…las personas quemadas, mutiladas que se veían, ese olor lo tengo gravado en la cabeza,…en un asado cuando ponen el pollo me voy de la parrilla, me trae recuerdos,…
Nos tiraban de arriba, ves los piques de los tiros, íbamos corriendo los dos juntos de golpe él se cae, era en la noche en medio de la plaza de armas, yo seguí corriendo 3 o 5 metros, me volví, lo agarré lo levanté y corrimos los dos juntos para llegar a donde estaban los militares,…yo siempre pensé que era un fantasía, que era mentira, pero cuando nos encontramos a los 20 años, él lo contó.
Me cargaron en una ambulancia civil blanca, que estaba adentro del cuartel y cuando estaban saliendo, le empieza a tirar. Me llevan al hospital de La Matanza, me empiezan a curar, después me llevan al Hospital Militar Central, yo no tenía noción de las horas no me acuerdo cuanto días estuve internado, yo había recibido heridas, golpes en el estómago, en el bazo, 27 o 29 esquirlas metálicas, yo todavía tengo clavadas en hueso, en la cara otra en el brazo y dos en las costillas.
Eduardo Navascues saluda 
a la madre de un soldado caído
en el cuartel de La Tablada.

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Cuando le realizan el juicio a los culpables de la toma del cuartel, comienzan a aparecer pintadas con amenazas, para que no fuera a declarar, frente a la agencia de autos de mi hermano, también pintaron el portón de la casa de mi viejo y realizaron llamadas telefónicas intimidatorias.
Mis padres me mandan a España y cuando termina el juicio vuelvo a la Argentina. Al tiempo me llaman y me dicen que estas denunciado en Amnesty, como que fui testigo cuando maltrataban a una mujer, la que me hicieron cargar los guerrilleros.
Me denuncian que la mujer se entrego con vida y los militares la mataron, me citaron en el Juzgado N° 3 de Morón, ahora, ¿Nadie lee un expediente? En CrónicaTv, Revista Gente, se ve que me escapé el día 23, y de ahí estuve internado en La Matanza y en el Hospital Militar Central ¡Y me acusan que el día 24 me entregué con esta mujer en vida!
Cuando se dieron que estaban equivocados me dejaron tranquilo.
A los 20 años pensamos que iba a haber un reconocimiento,…nada,…a los 25 años hicimos un pequeño homenaje nosotros solos, y los padres de Tadeo Tadía, que también perdieron otro hijo en el conflicto del año 1982, se acordaron de sus hijos,…el dolor más grande fue después de La Tablada es sentirte ignorado,…a mí me arruinaron la vida
En este momento yo tengo mi hijo, que tenía mi edad en ese momento, 19 años, y para mí es un nene ¡Te parte peor el corazón, pues me imagino como estaba yo!
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Un testimonio desgarrador, que muestra una parte de nuestra historia no tan lejana.

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